miércoles, 6 de julio de 2016
EL AÑO DE LA MISERICORDIA
El día entra descalzo en su himno desolado;
caen olas del cielo, donde otra noche intenta olvidarse
y de mí, que amo olvidarme sin aviso
anónimo por la fresca desaparición del aire.
Hay lluvias en el verano;
son tambores rociados bajo sus figuras legítimas
y siempre tocan los ojos en su atardecer;
uno quiere mirar atrás, hacia esa música que no habla;
uno ama recóndito esa fuente de rostros anteriores,
solo sé, que llueve en un verano de disímiles
y el cuerpo alumbra una escalera hacia la memoria
incapaz de abrirse hacia la luz.
Al fondo de este poema
los ausentes, y sus marejadas de oídos y celajes;
el estar, el no estar, el que nunca volvió,
los enemigos, los naipes, un barco cortado a mariposas,
donde el amor tenía el sabor de una sola hora;
el rastro en el campanario oscuro de las hojas
y el sueño del hombre contra sí mismo.
Toda esta naturaleza me ata,
me esclaviza en una visión de ecos hacia el comienzo
regreso por el mismo camino ajeno a los párpados,
y abrazo al nuevo ausente.
Marioantonio Rosa.© 2016
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