miércoles, 28 de septiembre de 2016
CONTRAINTERROGACIÓN
y ahora,
con esta ola del cielo dormida en los cristales
y este blanco desterrado
pregunto por la casa más vacía
el aire reo de su propio regreso
la sobria lámpara en la noche
que jugaba a un húmedo desnudo de letras
me busco en ese brillo imantado
dentro de un siglo de rasgados aguaceros
las ventanas, manos que se toman
con su tranvía de imágenes, azul y cables
que asechan una sombra en crucigrama
y el celeste condenado a piedra
con unas huellas que duelen recordarse
¿cuándo estuve aquí
con el costado roto de otra luna
subiendo muerte en su estatua de pétalos?
¿cuántas veces puse yo mismo el aviso,
donde silencio y hombre terminaban derrocados?
desde afuera
visito la gran noche de agua
condenada al resplandor,
o a mi memoria.
Marioantonio Rosa.© 2016
domingo, 25 de septiembre de 2016
Vicent Van Gogh: palabras a una epístola perdida
“Porque la pintura de Van Gogh no se opone
a cierto conformismo de las costumbres
sino a las mismas instituciones. Y después del paso
de Van Gogh por la tierra ni la naturaleza exterior
con sus mareas, sus climas, ni las tormentas equinocciales
pueden conservar la misma gravitación…”
-Antonin Artaud
Van Gogh, el suicidado por la sociedad
El pulso es azul, cárdeno, primario, desleal al silencio, despistado a la estética matriz, o a la singularidad donde un todo sería capaz de exhibirse. Allí en la perspectiva, esos trazos de luz gruesa, hinchada de ecos que hieren otras luces y a su vez, se brotan momentáneas y eternas en un declive de tierra tan fantástico; tierra cercana, al pozo del ojo, con el aval de los sentidos. Basta ver su “Noche Estrellada” (Óleo sobre lienzo 1889) cuadro que deslumbra la vista exterior durante la noche desde la ventana del cuarto del sanatorio de Saint-Rémy-de-Provence, donde se recluyó hacia el final de su vida. Sin embargo, la obra fue pintada durante el día, de memoria. Algo de esa locura cargaba un hervidero de imágenes que depuradas, coronadas en soles de noche enfilándose macizos al cielo y desafiando el cauce de las estrellas. Ver cómo se queda la memoria en su casona de sangre y ancestro, sin víctimas, solo caminos y el desangrar de los espejos. Vincent olvidable, Vincent suicidado por la sociedad, Vincent irreconocible; más amado aún, Vincent eterno, demoledor, aclamado, de valor incalculable, y ahora, fuera del tiempo.
Y cómo el dolor en este pintor postmodernista trepaba en su araña de charcas y metales; una visión en desorden que se iba contemplando solamente en él. Ágape o trago de amargura, no sé, la belleza estaba, reunida toda, gritada toda, y el compás del loco y ese retablo del lienzo dispuesto a resquebrajarse a su mejor mundo paralelo. ¿Sucedía? Simon Singh, en su libro Big Bang, comenta que “Noche Estrellada” tiene cierta semejanza con un bosquejo de la “Galaxia Remolino”, hecho por Lord Rosse 44 años antes que la obra de Van Gogh. Una cita citable a propósito del Reader’s Digest, pero el universo unilateralmente nos devuelve a nuestra mala sintonía que solo consiste en vivir y sobrevivir.
Es en Saint-Rémy, donde empieza a tener alucinaciones y ataques epilépticos, sin recibir ningún tratamiento. Pero es que el loco, mal intérprete del arte, se descalza de la lógica de los hombres y elige el camino desconocido. Allí en ese hospital del desarraigo, en el jardín donde había cipreses, es que el artista ¿o loco? concluye su “Noche Estrellada, ya sea por misericordia o por los decires de Lucifer, invento maestro de los hombres.
Sirva esta epístola perdida para retomar las palabras guardadas tras el caballete, tras la sombra corta donde se esconden piruetas de bocetos. Decirme, y decirles que Vincent Van Gogh pintó cerca de 900 cuadros más en exacto 27 autorretratos y 148 acuarelas y un aluvión que ronda los 1600 dibujos. Decir bajo una corta posteridad, ciega e innúmera, que una figura central en su vida fue su hermano menor Theo, marchante de arte en París, quien le prestó apoyo financiero de manera continua y desinteresada. Expresar, más que decir-y no quiero gritarlo-que Van Gogh fue esencialmente autodidacta y que esa misma norma lo catapultó a ser considerado en la actualidad uno de los grandes maestros de la historia de la pintura. Decir con algo de sombra por la madera que, murió a los 37 años, con herida de bala, sin huella o rostro; bala que, a veces tiene relato de suicidio. En denominador con la locura, que sigue siendo un mito en la modernidad de todos, el crítico de arte Robert Hughes nos asegura en tempo actualizado que “las obras del artista están ejecutadas bajo un completo control; de hecho, el pintor jamás trabajó en los periodos en los que estaba enfermo”. ¿Vanidad o acrobacia? ¿Suma del bien o el mal? Era Vincent, el muchacho de 26 años que marchó como minero a Bélgica, y en su ya ronco interior de creaciones y divergencias inicia con una pintura “Los campesinos comiendo patatas” o “Aardappeleters” en neerlandés (Óleo, 1885), fue el primero, y fue interminable, un mar movible que sin trópico o sextante, jamás provisto en una latitud briosa a ser hallada, conquista a pincelazos sombríos y terrosos en un principio, prefiriendo después y para toda la vida los colores vivos, un mundo ya tan suyo donde todos somos “la frontera más débil” Es Vincent el que sigue provocando irrenunciable, el “Happening” de miradas y expresiones, pasiones, nuevos desquicios, y hasta una canción de acordeón en un bar de Guadalajara “La Enredadera” donde, sin querer, la sombra del músico bañada en “Havana Club” me ofrecía unas estampitas con el autorretrato del genio y casi musitando “me las dio la sobrinita, órale, sé que es un feo de la chin…pero la neta, hasta casi canta ¿agarró la onda?” y que me quedé casi con todas las estampitas, hasta que salió el sol mucho después, y yo perdido en cada regalo que hacía poniendo a Van Gogh de fachada sentimental, imaginando el cielo, gracias a sus fogonazos.
Vasto reino, hectárea, porvenir y costa, su vida, sus lágrimas, sus palabras. Como celebro siempre este epistolario con su hermano Theo; allí, estaban anidadas, repletas, boyantes en vendimia de signos, todas las estaciones de su vida. Leerlas, estar a su lado, en su río de cometas heridos, y su maldición contra la buena lógica que nos sigue jodiendo-los apagones, el que lea, entienda-por ejemplo, ésta, primogénita de su gran temporada en Arlés donde buenos kilómetros de imaginería le consumaban en albas, y auroras, y cielos que no han vuelto a conocerse, y su júbilo en lo ofrecido:
He pasado una semana en Saintes-Maries. En la playa de arena había pequeñas barcas verdes, rojas y azules, de formas y colores tan bellos que hacían pensar en flores. Son tan pequeñas que casi nunca van a alta mar. Salen cuando no hace viento y vuelven a tierra cuando sopla con demasiada fuerza
Vincent van Gogh, junio 1888.
O la sorpresa, como si una pintura de niño le poseyera, le ilustrara una tierra lejana que la magia ha soltado para él, y que le llega sonora:
Ayer, al atardecer, yo estaba en un brezal pedregoso donde crecen muy pequeños y retorcidos robles, en el fondo de una ruina en la colina, y campos de trigo en el valle. Era romántico, no podía ser más, a la Monticelli , el sol se derramaba sus rayos amarillos muy por encima de los arbustos y el suelo, absolutamente una lluvia de oro.
Vincent Van Gogh, Arlés 5 de julio de 1888.
Pero la sombra que llevamos los hombres siempre regresa. Creo que Hemingway mientras era corresponsal de guerra, habló de ella, la distinguió en un pasadizo blando, y obtuso, tal vez mirándole, o José Asunción Silva mientras contemplaba su única novela vencerse en alta mar, la sintió, tocándole el oído y concluyo desde luego con Bruto, él sí la vio perfecta antes de la batalla. Pero Vincent, tres puntos suspensivos lo aclamaron a la sombra; algo de esta sombra mal amante le disuade a irse, a dejarlo todo, contrito, desfigurado, y hasta rapaz.
Año 1889: el mismo año que se arrancó el lóbulo de la oreja tras un feudo con su inseparable amigo Paul Gauguin o Rachel, la prostituta rasgada en la medianoche de su ira; Van Gogh, se comportaba de modo iracundo contra todos; era como si la tierra le abandonase, le dejase inseguro de nuevos despertares, le robase el respiro quizá porque él, ya no era Vincent, sino otro cadáver flotando en un puñado de girasoles de cualquiera de sus cuadros o de esa habitación pensada en el vacío. Ingiere pintura, la sombra, se acerca, conspirando, en sus elementos; Hughes escribe que entre mayo de 1889 y mayo 1890, “tuvo arrebatos de desesperación y alucinación que le impedían trabajar, y entre ellos, meses en los que pudo hacerlo y lo hizo marcado por el éxtasis extremo visionario” Locura y sombra, delirio y éxtasis, Vincent rebasó, la epístola pérdida…fue una bala, no, dos muchachos jugando con una pistola, no, quiero estar al lado de mi hermano, dormir como él, ahora marchantes en este zodiaco de pintura recia que nos alumbra, no, se suicidó, punto. No creo, imposible, dice su mentor Anton Mauve, el doctor Paul Gauchet le dibuja en su lecho de muerte; en la vuelta del grafito hay unos ojos de piedad que nos abrazan. Sigilosas historias deambulan, ¿quién le llora? ¿alguien trajo girasoles nuevos? Salió el sol en el cementerio de Auvers-sur-Oise, allí pasa la noche estrellada de soles indecisos, pero amados al color, ¿noche o día?. Vincent primero, seis meses después, Theo.
Vincent, ávido lector de biografías de otros artistas para comprobar la consonancia del carácter con el arte de estos; un estudio de perfiles bajo el aguacero hombre-creador. Yo pienso en el poema del pintor que se hizo biógrafo de sí mismo, y abrió los corredores de su transparencia:
“Yo arriesgué mi vida por mi obra, y mi razón destruida a medias”; estas son las palabras de Vincent en la última carta encontrada en su lecho de muerte el 29 de julio de 1890.
Lo dijo, ya en su epístola perdida.
Marioantonio Rosa.© 2016
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viernes, 23 de septiembre de 2016
SIGNOS
Vueltas,
identidades remojándose
echando a suertes, puntos cardinales
corrientes que en su selva
llevan el oscuro,
una voz en sus pétalos de pasadizos
rompiendo y gritando
yo diría, mar nuevo,
mar de arriba y nocturno
porque del silencio
se hace siembra de un mensaje
que de pronto en el día
se invade rebelde
¿qué patria se abraza en estas curvas?
solo ves este suburbio,
de árbol fuerte y a relámpagos
solo miras la criatura de palabras
saliendo de su imposible
y sin mostrarse
dice el desnudo del mundo
solo miras mujer
hombre, o ambos
con su manzana ya partida
y sus hijos de imaginación
su protesta sublime
cuando el aire de la ciudad
sale pasear en solitario su galería
es graffiti, ¿lenguaje?
¿oscuro blanco? ¿dardo y armonía?
yo solo voy de vida por sus ojos
de vueltas y reflejos
una vez se queda ungida por el fuego,
el alma.
Marioantonio Rosa.© 2016
sábado, 17 de septiembre de 2016
EL TIBIO AVISO DEL OTOÑO
escucho
el riachuelo en sombra de los pájaros
y el azul sin memoria que va acercándose en el cielo
en el patio
un resplandor fugitivo quiebra sus arcos
bajo la noche que se olvida de los hombres
quedan pocos objetos de lluvia
en estas paredes que Vivaldi toca soñoliento
las hojas en el suelo
son una mano rendida de semillas
Marta, despeinada,
hermosa en oleaje de letras
de espaldas en su escritorio, le va alcanzando el sol
que le resplandece más cuando habla con su piel;
yo, solo la miro en silencio
Marioantonio Rosa.© 2016
lunes, 12 de septiembre de 2016
SALVADOR (Oda desconsolada a Salvador Allende)
Yo no vi tu sangre
ni el disparo herido, no vi silencio;
las humaredas en sus vasos hablándote a cenizas
tal vez el viento, en esa sombra de su campana
y un pueblo calle abajo, llorándote.
No te vi muerto, Salvador.
El cielo crudo,
como cuando se va acercando una fiera
y las medidas de asesinato en los aviones de combate;
no vi tu voz desgarrándose,
no vi oración, no vi cantiga de exilio;
te vi de pie en un discurso rendido a la gloria
en un discurso de jardines futuros a Chile,
unos jardines gruesos de astros camineros
y ese desvelo del agua pura que lava los rostros.
No te vi de rodillas, Salvador.
Sigo cantando esta fecha
donde ya no queda un relato de lágrimas
solo este amanecer de tu sangre derramada
día a día en labios de marejada alta
y pidiendo tu descubrimiento
al menos un abrazo, a esta patria nuestra
esclava,
perdida y tanto.
Marioantonio Rosa.© 2016
domingo, 11 de septiembre de 2016
CARLOS CANALES: REGRESO A FAUSTINE AZUL
Ha sido, en buenos juegos del cosmos, una semana entera de poesía. Varías actividades que nos llenaron el alma y la porción con fatiga que conlleva la armadura del espíritu. Cuando ya creía que ''toda había sido hecho'' Carlos Canales, narrador, novelista y dramaturgo, me sorprende con la puesta en escena de una nueva versión de su relato "Faustine Azul" cuya primera publicación saliera en PÁGINA CERO de EL POST ANTILLANO allá por el año 2014.
Cito palabras de Carlos Canales a esta nueva versión:
''El escritor puertorriqueño Gerardo Torres radicado en la ciudad de Nueva York me comento que el cuento Faustine Azul le había gustado porque la narración se percibía con el punto de vista de la niña. En otras palabras, ella lograba que los padres vieran con lo que ella estaba viendo y disfrutando. Le argumenté que el cuento no está escrito de esa manera pero le dije que releería la narración. Efectivamente, yo tenía la razón. Pero su lectura me iluminó y cambié el cuento de la manera que Gerardo lo había leído. Esa es la razón de esta segunda versión''.
Y entonces ¿Por qué no regresamos?
Que la disfruten amigos, lindo domingo a todos, mis carísimos...
Marioantonio Rosa.
FAUSTINE AZUL
Una vez adentro, nos percatamos de que estábamos en un lugar que vendían piezas de autos, pero vimos a la derecha una pequeña cafetería y nos dirigimos a ella. Pedí dos botellas de agua y pagué. Mi mujer se distrajo observando un objeto en el mostrador. Faustine Azul estaba observando unos espejuelos, los movía y se reía. Me acerqué y los observé pero no vi nada que me llamara la atención y me hiciera reír. Faustine Azul, riéndose, me los quitó y los movió debajo de una luz y me los entregó. Entonces, vi lo que ella veía y le producía alegría y felicidad: títulos de películas. Cada vez que los movía, seguía viendo títulos y carátulas de películas. Me retiré de la luz y dejé de verlas. Mi esposa se acercó y le expliqué el asunto. Ella agarró los espejuelos, los movió y vio otros títulos y avances de las películas. Nos acercamos al mostrador y compramos a nuestra Faustine Azul las películas infantiles anunciadas en los espejuelos.
CARLOS CANALES
sábado, 10 de septiembre de 2016
UNA PALABRA MÍSTICA
Como hoy,
tanto que decir, y es transparente;
tanto, de sombra blanca
ya hermosa en el trueno de la pared
y el espíritu
sin oídos ni islas, rendido,
luchando solo en la desnudez de su dios;
repito el amor de aquel poema
donde hablo de un aguacero cercano
o quiero cuerpo a cuerpo
el agua oculta del día, regando
con tus manos el verbo;
sin tí, no sé elegirme, ya lo sabes;
solo me abandona el alimento de todas tus noches
y pasan días como este, tanto que decir,
y es ahora una palabra,
ha tocado los objetos en su galerna
va y se encuentra con la frente
hay un sitio para ella, en estas ganas de llorar
pero qué tanto me habla
quiero ir
bajo el ahogo del equipaje en la corriente
déjame morir un rato,
mientras al menos, toco lo adivinado
en esa vida que sube
con su hacienda y golpe de pájaros;
quiero estar desierto
esperar a alguien con la luz encendida
solo una palabra
y tanto que decir, tanto
y lejos.
Marioantonio Rosa.© 2016
viernes, 2 de septiembre de 2016
ODA AL NUEVO ÁRBOL DE LA NOCHE TRISTE
árbol unido
doble rostro de aire en esta noche
no tengo hogueras
solo una sombra de días cerrados
cuerpo de polvo y memoria
soy tan fugaz
cuando fulgura esta lejanía de todos los hombres
ahora aparecida en los ojos
como otro árbol tan herido de ecos;
pienso llorar
con la imaginación de un hombre descalzo
sentado en la gran sed de sus vacíos
y en sus vacíos el habla, el sustento
para esta oración gastada de las búsquedas
árbol triste, y claro de noche
árbol como jaspe, de salamandra
costado donde el día no aparece
déjame llorar
sentado, proscrito, sangre abandonada,
llorar distancías, llorar ese fuego partido
donde otros hombres lloraron
no sé qué soledad, qué asonancia
qué barco pulido por mariposas en llamas
yo quiero llorar solo
sin nadie, rodeado de sílabas por una canción,
que nunca llegó al paso del oído
pero estaba, tal vez de rostro hacia tí
eres el árbol, en tus pies sollozo,
a lo lejos, aun no regresa el mundo,
todavía.
Marioantonio Rosa.© 2016
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